Aquella mañana de domingo decidió deshacerse de las cajas que infartaban el fondo de su ropero. No estaba dispuesta a dejar que la depresión convirtiera su guardarropa en un nido de cucarachas, ahora que habían terminado por adueñarse de la habitación, de la cocina y de lo que apenas podía llamarse estudio.
Con esfuerzo levantó la primera caja y de alguna manera se deslizó hasta el piso aquel sobre rosa. Ahora que ya ni se acordaba, la letra del rótulo la trasladó y la dejó instalada en dos recuerdos: Naum y la razón que dos años atrás la condujo a Tlapujahua para ponerse a salvo de las críticas de la gente de su pueblo. Sin quitar la vista del sobre, puso la caja en el piso y le dio a la niña con qué jugar. Los pezones se le pusieron duros como piedras y un hilillo de sudor le recorrió el espinazo. Recogió el sobre y, entre triste y enojada, supo que, finalmente, era hora de abrirlo. ¡Cielo bendito!, ¿por qué había dejado pasar tanto tiempo?, ¿qué rencor inmenso le había hecho sepultar, con el sobre confinado a la caja de archivo, el nombre de Naum y sus palabras? Si involucrarse con él había sido un acierto, ya no recordaba por qué; si un error, ya qué sentido tenía lamentarlo. Entre abrirlo o no, entre contemplar la letra y golpear el sobre con la palma de la mano, se fue sentando sin prisa en la escalera y las lágrimas hicieron visible su tristeza.
¡Pinche Naum!, chilló; ¡qué le costaba un mensajito, una llamada un número a donde mentarle la madre! Y luego sus propias ganas de justificar su ira cada vez que recordaba cómo Naum nunca llegó a la central camionera como había dicho, ni la alcanzó en Tlapujahua, ni la llamó ni le dio ninguna explicación, ni nada. Se soltó llorando. Para cuando llegó esta carta, dos semanas después, y el embarazo ya era indudable, de Naum ni sus luces, y así fue como Lucía puso un verdadero punto final.
Ya más calmada, hoy todo le daba igual, abriría el sobre para saber “con qué pendejada le iba a salir el cabrón que la embarazó”, pero en realidad le daba igual, y encima “tuvo la poca madre de mandarme a su chava a entregarme la carta”.
“¡Pobre chica!”, recordaba, sólo ganó una buena maltratada, pero nunca la dejaron explicar nada. El sobre fue a parar en aquella caja… Entonces notó que la letra en el sobre, más elegante, “más femenina”, “como de enfermera”, dedujo, no era la caligrafía de su novio.
El sobre al piso, el texto, y…
Lucy:
No quiero morirme sin volver a verte. 3 17 23 41, hospital civil.
Naum.
La fecha: 17 de septiembre de 2008