Semblanzas morelianas

J. L. Rodríguez Ávalos

El amor por una ciudad suele ser inagotable, porque cada generación va encontrando motivos para afianzar en su recuerdo los múltiples sentidos y significados de lo cotidiano, de eso que se llama tradición.

            Las ciudades son la suma de sus habitantes, de todas sus generaciones, de los fundadores y de sus constructores que, día con día, le van dando el perfil que inundará la memoria de quienes allí viven, hayan o no hayan nacido en ella.

            Hay una historia que se conoce y otra que se presiente.

            La primera se encuentra escrita, sus indicios están a la vista en forma de construcciones, calles, jardines, sitios, en estatuas y monumentos. La otra es inédita, sabemos de ella porque pertenecemos, somos esa historia.

            Después de que los trabajos de Luis González le llevaron a conformar la microhistoria, el estudio de la cotidianidad de las ciudades ha tomado otra importancia y ya se hurga en los archivos familiares, en las fotos, en la tradición oral para descubrir en lo que parece nimio y superficial, las bases más sólidas que sostienen a la cultura de una sociedad.

            Morelia es una ciudad privilegiada en este sentido, porque desde sus fundadores y quienes la inventan cada día le han aportado la sustancia para convertirla en ciudad vital, generadora de principios básicos para la convivencia nacional.

            Semblanzas morelianas es un libro publicado por el H. Ayuntamiento de Morelia en 1998, recuperando en él 59 textos de otras tantas personas, hechos, lugares entresacados de entre los miles posibles que conforman a la ciudad, al municipio.

            Brevísimos datos de Bernal Jiménez, Concha Michel, Concha Urquiza, El Empanaditas, Rafael Morelos, Miguel Estrada…

            …el barrio de La Golondrina, Rico Cano, La Flor Azul, El Güicho y muchos otros espacios y personajes que, en los recuerdos familiares, se convierten en anécdota social y las fotos de antaño se tornan en ventanas hacia un pasado de ensueño, idealizado y añorante.

            Las 136 páginas de este libro resultan insuficientes para albergar tantos y tantos recuerdos provenientes de los mismos ciudadanos.

            La mayoría de los personajes semblanteados ya han fallecido, algunos en fecha reciente, como el teatrista José Manuel Álvarez, el padre Zavala Paz o Tomás Rico; la mayoría ya han pasado a conformar el mundo de los recuerdos y las añoranzas, como Nachito Mier, Concha Urquiza, Serenito o Chucho Monge.

            Pero también hay referencias a sitios, objetos y obras de arte como los cristos morelianos y algunos festejos en torno al cumpleaños de la ciudad.

            Es, en términos generales, un vistazo a la Morelia de ayer, en una edición difícil de conseguir.

            Quienes se asoman a este espacio, saben que les puedo prestar el ejemplar que yo tengo, claro, si me lo devuelven.

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