Al maestro, con cariño.

Al oriente, el sol ilumina, tenue, la bruma sobre los extensos cuerpos de lirio acuático en las márgenes del Lago de Pátzcuaro. A través del plástico transparente, que hace las veces de cristal en la ventana, la noche desaparece de a poco. La brisa fría acompaña los habituales sonidos de la mañana en la isla. La pequeña radiograbadora mastica la cinta: cuando la música se oye a lo lejos/ en la madrugada/ lejos está tu cuerpo, tu pelo y tu miradai/. En una serigrafía descuidada, sobre el casete pirata, se lee: Mara Exitos (así, sin acento). Mara pertenece a una pléyade de bandas (otras son: Vago, Bostik, Liran roll…) que tienen una marcada presencia en el gusto de la adolescencia-juventud-bandita isleña. La voz rasposa de Charlie aúlla, grita, ahora una canción que habla sobre hoteles y calzones robados. Me despido del Gus; alcanzo a salir de la localidad con la lancha “de los estudiantes” a las seis de la mañana. Termina así una de mis recurrentes visitas y cuya dinámica era más o menos la misma: llegar, buscar a la banda, guitarrear algunas rolas, beber cerveza (muy poco, porque, economía de estudiante) y quedarnos el resto de la noche hablando sobre sueños, deseos, conflictos de adolescente con la música sonando en la Lasonic.

La década de los 90 languidece, a pesar del bombardeo televisivo y radial con temas de grupos de música pop. El llamado Rock Urbano o “rockcito nacional” (Hugo García Michel dixit) se abre paso en el gusto de pequeños grupos en localidades rurales o indígenas. En Janitzio, quizás por la relación constante con familias que migraron a diferentes colonias del entonces Distrito Federal y de Toluca, en el Estado de México, es visible la influencia del rock y lo relacionado con él en una buena cantidad de jóvenes: chamarras negras de cuero, largas cabelleras en hombres, botas “de casquillo” con estoperoles, pantalones oscuros ajustados, radiograbadoras Panasonic, Philco y (la reina de todas por su tamaño y su apetito voraz por las baterías tamaño D) Fisher PH-D380 sonando con el Perro negro callejero o Tu mamá no me quiere, a diferencia de localidades como Ihuatzio, Comachuén y algunas otras de la Meseta P’urhepecha en las que sonaban melosas piezas de corte grupero por las calles y que darían pie a la “nueva pirekua” (en serio, así la han llamado) repleta de referencias estilísticas y literarias a Los Temerarios, Bryndis y otras (pero esa es un tema que retomaré luego).

Desde entonces, me interesó la música de Charlie, que si bien no cuenta con arreglos extraordinarios (antes bien minimalista, por llamar de una forma a la poca cantidad de acordes) se deja oír fresca, las letras, que no son el arquetipo de poesía mayor, ni cuentan con la subjetividad que intentaron grupos como Caifanes o Café Tacuba, tienen una honestidad que es escasa en el medio. Retoma argumentos cotidianos (Te fuiste a ver a Los Tigres/ a Límite y a Los Tucanes/ vestido de cuero negro para apantallarii/), sencillos (Nací para el desmadre, diría en alguna ocasión) propios del barrio, de la escasez económica (el viernes la chamaca se fue con otro buey/ quezque más carita/ que era de billetesiii/), políticamente incorrecto (llévatela contigo/ yo te la discuto/ salida la mercancía no hay devolucióniv) (oye, maestro, aquí eres un gandalla/ y en tu casa eres un mandilón/ vete lejos, muy lejos de nuestro salónv).

Hace unos días, la vida, esa maestra, lanzó el borrador al vaquero rocanrolero y lo alcanzó con un infarto al corazón, dejando en la orfandad a quienes abrevamos de su irreverencia un tanto inocente. No hubo Jack Daniel´s que lo salvara del amargo trago del Tonayan (así, sin acento) de la pelona. Sirvan estas líneas como sencillo, pero profundo reconocimiento a un personaje que se mantuvo alejado del mainstream y desde ahí generó un corpus musicoliterario que queda para el disfrute-sufrimiento posterior. Queda, también, el documental de Ernesto Méndez en vimeovi y la esperanza de que en algún momento la “nueva pirekua” se permita abandonar, aunque sea un poco, la autocomplacencia, salir de la idealización de la vida indígena y trate los temas espinosos de la cotidianeidad purhepecha con el desparpajo que le vimos a Charlie Montanna.

[i] Estas lágrimas, Charlie Montana

[ii] Vaquero rokcanrolero, idem

[iii] De que el amor apesta, idem

[iv] Llévatela pa tu casa, idem

[v] Al maestro, con cariño, idem

[vi] Soy yo Charlie Montanna,

Ernesto Méndez, México, 2020.

FOTO: https://www.mimorelia.com/foto-muestra-lo-majestuosa-que-se-ve-janitzio-desde-las-alturas

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