En todo el planeta se conocen diversos aspectos de la música popular mexicana, ya sea porque su producción es mucha, variada y deslumbrante, o porque el cine mexicano mostró una cierta parte de ella junto con el tequila, los charros y el mariachi.
Pero ni siquiera en México se ha investigado a fondo la música mexicana; las más importantes fuentes siguen siendo Vicente T. Mendoza y un pequeño grupo de investigadores de la misma época. Pero hay ahora una generación de historiadores, etnomusicólogos y otros tipos de investigadores que buscan recuperar esa información desperdigada en archivos nacionales y extranjeros.
A esos pertenece el zamorano Álvaro Ochoa, investigador de El Colegio de Michoacán, que le publicó el libro Mitote, fandango y mariacheros en 1992, con el que ha despertado un gran interés no sólo por la música, sino por los elementos que aparecen en el festejo popular: instrumentos, cantos, danza, literatura, dramaturgia, máscaras, vestuario, comidas, religiosidad, mitos, etc.
Con un lenguaje certero, desenfadado y ameno va conduciéndonos hacia los antecedentes misioneros en Michoacán con los agustinos; costumbres y tradiciones en el antiguo obispado; mixturas indígenas, negras y mestizas; relaciones con los estados circundantes; dotaciones instrumentales, etcétera.
Descubre, por ejemplo, que la palabra mariache aparece en documentos mucho antes de la llegada de los franceses, destruyendo así el desvelado mito de que se origina en la palabra francesa marriage (matrimonio) y que designa más bien un festejo y al grupo o grupos musicales que en él participan.
Uno de los aspectos fundamentales del libro es el acercamiento a la valona michoacana, esa forma de recitativo poético en décimas, o sea, estrofas de diez versos octosílabos. La décima se cultiva en casi todos los países de Iberoamérica en distintas formas, todas ellas tradicionales, desde el deslumbrante repentismo en Cuba, las payadas argentinas, los trovos de Andalucía y las topadas en México.
En Michoacán se conserva una forma de la décima llamada valona, conocida al parecer desde el siglo XVII; ya en el siglo XVIII la Inquisición sometió a proceso a valoneros por forjar y cantar valonas indecentes o herejes.
Ochoa nos ilustra con el caso judicial en contra del payo de León Pablo José de Loza, por cantar una cuarteta que decía: Nadie se valga de Dios, Dios no es bueno para nada; quien se valiere de Dios, su alma será condenada.
Ya se verá luego que no solamente es inocente y exenta de herejía, sino altamente piadosa. En fin, un libro recomendable para quienes desean adentrarse en las tradiciones michoacanas. En el año 2000 apareció la segunda edición y ya debe haber otras que andan por ahí.
colectivoartisticomorelia@yahoo.com
Premio Nacional de Promoción de la Lectura
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