Una muy arraigada costumbre en Tarecuato (Tangamandapio) aconseja que cuando un hombre muere siendo soltero, las muchachas casaderas (“que hubieran podido hacer pareja con él”) deben acompañarlo al cementerio, en una especie de homenaje por el casamiento que para él no será.

En esta pirekua, atribuida a tata Diego Tomás, se refleja el dolor por no sentirse dueño de ninguna mujer del pueblo, y en un fúnebre sentimiento de placer por la muerte, una especie de resignación a vivir sin pareja, se deja ver que el protagonista se conformaría con morir siendo un joven, es decir soltero, para ‘ganarse’ la recompensa de que “¡iámentu, iámentu, uáchaicha nirani tsinkunts’ani…!, ‘todas las muchachas lo rodeen, y lo acompañen’, “¡…tsitsiki jinkoni!”, ‘con flores’, por lo menos el día de su muerte.

               La pirekua atiende además a la naturaleza premonitoria que representa soñar con una rosa de Castilla; es muy probable que represente una muerte próxima, y de ahí se agarra el autor para expresar su miedo por una presunta soledad. No es sólo un deseo como una aspiración, sino un gusto personal por lo bonito que morir así debe ser: “¡A ke sésiska para ma tumpi uarhini ia…!